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La Generación Z causa gran impacto en el mundo

Jóvenes de entre 18 a 28 años lideran las grandes movilizaciones en diversos continentes, motivados por la justicia social y la lucha anticorrupción. Emplean estrategias digitales que redefinen la protesta moderna

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A una sola voz. Según el estudio ¿Cómo vota el Perú?’, solo el 4,6 % de jóvenes peruanos confía en los partidos político. Foto: La República.

La Generación Z –nacidos entre mediados de los 90’s y principios de los 2010- se ha convertido en uno de los actores políticos con más influencia en el panorama actual- Con una mezcla de acción digital, protestas en las calles y creación de nuevos lenguajes de participación, esta generación marca un hito en la manera de entender la movilización social, y las estadísticas los respaldan.

Diversos estudios demuestran que la participación juvenil está lejos de ser pasiva. Según una encuesta realizada por United Way, el 32% de los jóvenes Gen Z participa regularmente en activismo o justicia social, una cifra que se incrementa a un 40% entre universitarios. Además, 51% han asistido al menos una vez a manifestaciones, mientras que un 66% realizan activismos mayormente desde plataformas digitales.

Las prioridades de la Generación Z revelan un perfil cívico sólido. Según Pew Research Center, un 32% ha tomado alguna acción concreta relacionada al cambio climático, ya sea a través de donaciones, marchas o con presión hacia las autoridades. A nivel global, encuestas de 3BL Media indican que los temas más sensibles para este grupo son el acoso sexual (56%), las violaciones a los derechos humanos (49 %) y el abuso infantil (49 %). A esto se le puede sumar la creciente desconfianza que existe hacia las instituciones políticas tradicionales, algo que impulsa a muchos jóvenes a ver la protesta como un acto moral y no solo político.

En continentes como Asia, África y América Latina, esta generación se ha convertido en el corazón de las protestas recientes. En Nepal, por ejemplo, miles de jóvenes han salido a las calles para protestar contra la corrupción y las restricciones al uso de redes sociales. Ante los intentos del gobierno de limitar el acceso a internet, muchos de ellos recurrieron a plataformas como Discord para organizarse durante los apagones digitales, crearon una red de resistencia tecnológica que sorprendió a las autoridades.

En Kenia, las marchas juveniles han adquirido un lenguaje propio, profundamente artístico. Allí, jóvenes creadores han convertido la protesta en murales, música y performances que recorren los barrios populares de Nairobi. Sus intervenciones no solo denuncian la desigualdad o los abusos policiales, sino que construyen memoria visual, emoción colectiva y un sentido de identidad generacional que se ha incrementado con cada convocatoria.

Mientras tanto, en Marruecos, el movimiento conocido como GenZ 212 ha logrado canalizar el descontento hacia reformas concretas. Jóvenes menores de 35 años, cansados de sentirse excluidos de la vida política, presionaron al Estado para abrir espacios de participación más accesibles, y sus acciones han obligado a poner en discusión la estructura misma del sistema político marroquí.

En América Latina, las expresiones de esta ola juvenil también se han vuelto cada vez más visibles. Desde México hasta Perú, los jóvenes se han sumado a manifestaciones contra la corrupción, la crisis institucional y las profundas desigualdades que caracterizan la región. Aunque las causas varían según el país, el tono común es la urgencia: una generación que no espera soluciones desde arriba y que usa las redes, las calles y el arte para decir que quiere un futuro distinto.

La Generación Z peruana

En el Perú, dicha generación ha adquirido un protagonismo particular en un contexto de crisis política, inseguridad ciudadana y desconfianza hacia las instituciones públicas. En los últimos años, los jóvenes se han convertido en actores visibles en manifestaciones que buscan la defensa de la democracia, el rechazo a la corrupción, el atentado contra la seguridad ciudadana y la exigencia de reformas estructurales.

Esta combinación de frustración política y el uso intensivo de redes sociales ayudan a impulsar el activismo de manera rápida y descentralizada. Redes como TikTok, Instagram y X son los espacios donde los jóvenes exponen los casos de corrupción, abusos policiales, organizan marchas, y más.

En las últimas movilizaciones realizadas por la inseguridad que se vive en el país, los jóvenes fueron parte central del discurso que cuestionó la falta de políticas claras para frenar el avance del crimen organizado. A ello se suma un desencanto acumulado por sucesivos escándalos en el Congreso, cambios de gobierno y la percepción de que el sistema no ofrece oportunidades reales para la juventud.

En un país marcado por fuertes desigualdades territoriales, la Gen Z peruana se organiza de manera híbrida: lo digital le da alcance, pero la protesta presencial le da legitimidad. Esta combinación la convierte en una de las generaciones con mayor capacidad para desafiar la inercia política del país y plantear una agenda que priorice seguridad, transparencia, justicia social y protección ambiental.

Con todo lo expuesto la conclusión es inevitable: la Generación Z no es una ola pasajera, sino un nuevo modo de entender la ciudadanía. Su presencia incómoda, creativa y persistente desafía a sistemas políticos que aún funcionan con lógicas del siglo pasado. Son jóvenes que no esperan invitaciones para participar, que se organizan con la velocidad de la era digital y que entienden la protesta como una extensión natural de su vida cotidiana. Frente a instituciones desgastadas, disputas partidarias estancadas y élites desconectadas de la realidad, esta generación representa una de las fuerzas más vivas, críticas y renovadoras del presente.

De: Piero Aponte

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