El Museo de la Inmigración Japonesa «Carlos Chiyoteru Hiraoka», ubicado en Lima, es un lugar que relata la travesía y contribuciones de los japoneses que llegaron al Perú a finales del siglo XIX. El museo lleva el nombre de un destacado dirigente y filántropo de la comunidad nikkei, quien fue el principal gestor de este espacio conmemorativo. La guía del recorrido está a cargo de Yumiko Kawata, quien comparte con los visitantes una narrativa llena de historia y tradición.
El recorrido comienza con una introducción al contexto histórico. Durante la restauración Meiji en Japón, la industrialización desplazó a gran parte de la fuerza laboral, mientras que el Perú, con su economía agrícola, requería trabajadores para las haciendas. En 1899, el barco Sakuramaru arribó al puerto del Callao con 790 hombres, marcando el inicio de un intercambio cultural significativo.
A lo largo del museo, los visitantes pueden apreciar vitrinas que exhiben objetos personales de los migrantes, como herramientas utilizadas en las haciendas, utensilios de cocina tradicionales y documentos históricos. Estos objetos narran los retos que enfrentaron los primeros japoneses, desde las barreras idiomáticas y culturales hasta las precarias condiciones de vida en las haciendas.
Las contribuciones de la comunidad nikkei no se limitan al ámbito laboral. En la sala dedicada a la influencia cultural, se destacan elementos gastronómicos como el maki acevichado y el pulpo al olivo, claros ejemplos de la fusión entre la cocina japonesa y peruana. Además, paneles informativos explican cómo la tradición japonesa influyó en la preparación moderna del ceviche.
El museo también resalta momentos difíciles, como el periodo de la Segunda Guerra Mundial, cuando la comunidad japonesa en el Perú sufrió discriminación, clausura de asociaciones y deportaciones. Sin embargo, estos episodios solo reforzaron la resiliencia de la comunidad, que continuó fortaleciendo sus lazos y contribuyendo al desarrollo del país.
Por: Preciosa Maldonado Curi