Durante el mes morado, el aroma del turrón impregna Lima. Familias enteras, devotos y curiosos hacen largas colas frente a las pastelerías para llevarse un pedazo del dulce más tradicional de la temporada. Su presencia en octubre no es casual: el turrón se consume en homenaje al Señor de los Milagros, cuya procesión recorre las calles como símbolo de fe y unidad.
Su origen se remonta al siglo XVII, cuando una esclava liberada conocida como Doña Pepa elaboró este dulce en agradecimiento al Cristo de Pachacamilla por un milagro recibido. Desde entonces, el turrón se convirtió en una ofrenda popular que acompaña las celebraciones religiosas y une a generaciones bajo el mismo sabor.
En este contexto, Turrones Calderón, con más de tres décadas en la industria panificadora, ha sabido mantener viva la esencia artesanal del postre. La empresa comenzó como un pequeño taller familiar y hoy es reconocida por su calidad y compromiso con la tradición limeña. Sus locales son punto obligado durante octubre, donde las colas y el ambiente festivo reflejan la devoción del pueblo limeño.
Aunque el turrón tradicional sigue siendo el más solicitado, Calderón ha incorporado nuevas presentaciones que combinan lo clásico con la innovación. Entre sus opciones destacan las versiones con ajonjolí, pecanas y almendras, elaboradas con el mismo cuidado artesanal que los caracteriza desde sus inicios. Los precios varían según el tamaño, pero el sabor y la textura mantienen la calidad que por más de 30 años acompaña a los limeños en este mes de fe.
Durante nuestra visita, conversamos con Miguel Vargas, cliente fiel que resaltó la importancia de esta costumbre:
“Es tradición de toda la vida, de mis abuelos, mis padres… Antes compraba otras marcas como Joel, pero me hicieron probar Calderón y es un buen turrón.”
Más que un dulce, el turrón peruano es una expresión de identidad y devoción. Cada porción une generaciones y mantiene viva una costumbre que, año tras año, endulza la fe de los limeños. En Turrones Calderón, esa mezcla de historia, sabor y gratitud se convierte en un homenaje al Señor de los Milagros y a la tradición que nunca deja de latir en las calles de Lima durante octubre.
Por: Jean Claude Cieza