ESPACIOS SEGUROS. En las afueras de Lima centro, escasos colegios cuentan con patios amplios propicios para la evacuación en caso de sismos. Fuente. Facebook. Iep María Reyna de la Paz
Era un lunes cualquiera en el colegio María Reyna de la Paz, en Puente Piedra, cuando el suelo comenzó a moverse. Lejos de entregarse al caos, los estudiantes reaccionaron con calma.
Guiados por brigadistas escolares y siguiendo rutas señalizadas, evacuaron en orden hacia las zonas seguras.
El personal docente activó los procedimientos que ya habían practicado en diversos simulacros. “Aquí los niños saben qué hacer”, comenta con calma la subdirectora Delia Cerrón.
A pesar de que este colegio ha logrado establecer una cultura de prevención efectiva, el panorama cambia al mirar el resto del distrito. Puente Piedra, como muchos otros en Lima, enfrenta múltiples amenazas: terrenos inestables, calles estrechas y viviendas mal ubicadas o sin planificación.
A esto se suma que la mayoría de instituciones educativas en estas zonas son públicas y presentan estructuras debilitadas, escasos recursos y poca capacidad de respuesta.
“En los colegios estatales, la falta de presupuesto y apoyo de las autoridades complica todo”, señala Cerrón. “No todos tienen botiquines, las señales de seguridad no se respetan, y con tantos alumnos por aula, evacuar se vuelve lento y riesgoso. Además, algunos no cuentan con patios o espacios adecuados para salir en caso de emergencia”.
La situación en Lima Metropolitana confirma estas preocupaciones. Según datos oficiales, más de 535 colegios públicos, que atienden a unos 200 000 estudiantes, presentan deficiencias estructurales graves, lo que los hace vulnerables ante cualquier movimiento fuerte.
Tras el sismo de magnitud 6.1 del 15 de junio, la Dirección Regional de Educación de Lima Metropolitana (DRELM) informó que 120 colegios del norte de la ciudad sufrieron daños: 118 tuvieron afectaciones leves como grietas o vidrios rotos, y 10 registraron problemas más serios que obligaron a suspender las clases presenciales y pasar temporalmente a la virtualidad.
Debido a eso, el Ministerio de Educación (Minedu) y la DRELM activaron un monitoreo de emergencia y habilitaron aulas modulares para que los estudiantes pudieran continuar con sus estudios de forma segura.
Para Cerrón, el trabajo no termina con contar con un protocolo impreso: también se trata de formar conciencia entre los alumnos.
“Todavía hay chicos que no entienden que los simulacros pueden salvar vidas. Hay que repetirlo hasta que lo interioricen”, afirma.
En distritos como Puente Piedra y muchas otras zonas vulnerables de Lima, estar preparados no es solo una recomendación: es una necesidad urgente que debe ser asumida por toda la comunidad escolar, con el apoyo real y sostenido del Estado.
Autora: Paloma Cerrón