El pasado 13 de junio, el colegio Juan Pablo II de Villa El Salvador celebró el vigésimo aniversario con una emotiva y colorida actividad: el tradicional paseo de antorchas. Desde tempranas horas de la tarde, el colegio se llenó de alegría. Cada salón se organizó para compartir chocolatadas, tortas y bocaditos mientras los padres y madres de familia llegaban con entusiasmo portando las antorchas que entregarían a sus hijos.
El punto de concentración fue el mismo colegio, que vibraba con música, risas y preparativos. Cuando el reloj marcó las 6 de la tarde, el sol ya se despedía lentamente y la luna empezaba a asomarse en el cielo limeño. Era el momento perfecto: uno a uno, los niños comenzaron a encender sus antorchas, algunas con luces eléctricas, otras con pequeñas velas, llenando el ambiente de destellos cálidos.
Acompañados por sus tutores y profesores, los alumnos fueron saliendo por secciones, formando columnas de colores y sonidos. El entusiasmo se hacía notar: los niños, entre gritos y canciones, celebraban con orgullo el aniversario de su querido colegio, mientras agentes de la Policía Nacional y serenazgos de Villa El Salvador resguardaban las principales vías para permitir el paso seguro de la multitud. Los autos detenían su marcha, dando paso a una verdadera fiesta escolar que conquistaba las calles.
Las antorchas eran tan diversas como creativas: había en forma de triángulos, círculos, dinosaurios, personajes como los Power Rangers, Cristiano Ronaldo, Pocoyó y la Patrulla Canina, además de las clásicas con la insignia del colegio. Sin embargo, fue un alumno quien llamó especialmente la atención: el niño alcalde del colegio llevaba una enorme antorcha adornada con una frase de la Capilla del Señor de los Milagros, lo que generó aplausos y admiración entre todos los presentes.
Las madres lucían vinchas con luces parpadeantes, mientras algunas niñas desfilaban con linternas decoradas que brillaban como estrellas. De pronto, los sonidos de la batucada comenzaron a escucharse. Un grupo de músicos con tambores y palos rítmicos puso a todos a moverse, marcando el paso y contagiando energía.
La caminata concluyó con todos reunidos de nuevo en el colegio. Profesores, alumnos y padres se tomaron la foto del recuerdo, capturando ese instante de unidad, emoción y orgullo institucional. Fue una noche mágica, en la que las luces de las antorchas no solo iluminaron el camino, sino también el corazón de una comunidad educativa que sigue creciendo unida, año tras año.
Por: Jennifer Ayquipa
