Un grupo de estudiantes de la Universidad Nacional Agraria La Molina (UNALM) apuestan por la biotecnología para transformar la agricultura peruana. Se trata del Círculo de Investigación en Microbiología y Biotecnología Agrícola (CIMBA), un espacio académico creado en 2023 con el objetivo de aplicar ciencia e innovación al servicio del agro. Su más reciente proyecto en elaboración busca mejorar el rendimiento y la calidad de cultivos ancestrales como el tarwi y las habas, mediante el uso de microorganismos benéficos del suelo.
Ciencia desde la raíz: cómo nace el proyecto
El CIMBA nace como una iniciativa estudiantil ante la escasa presencia de espacios especializados en microbiología agrícola dentro de la universidad. Bajo el liderazgo del docente Héctor Cántaro y con el asesoramiento de los doctores Raúl Blas y Xavi García, el círculo reúne a estudiantes de distintos ciclos organizados en una mesa directiva, todos motivados por una meta común: Desarrollar investigaciones con impacto real en el agro peruano.
En esta ocasión, el equipo decidió trabajar con cultivos andinos, priorizando al tarwi y las habas por su valor nutricional, histórico y cultural. A diferencia de los grandes cultivos agroindustriales, estos alimentos suelen estar relegados en términos de innovación tecnológica. “Queremos devolverle al suelo lo que ha perdido, pero de una manera sostenible”, explica Samuel Ayala, coordinador de investigación del círculo.
Un enfoque alternativo: bacterias en lugar de fertilizantes
La investigación parte del aislamiento y aplicación de rizobacterias, bacterias promotoras del crecimiento vegetal. Estos microorganismos estimulan el desarrollo de las plantas, mejoran la absorción de nutrientes y protegen contra patógenos, ofreciendo una alternativa sostenible frente al uso excesivo de fertilizantes y pesticidas químicos, que han degradado los suelos altoandinos y afectado negativamente la producción.
Según los investigadores, los suelos donde crecen estas leguminosas presentan problemas como bajos rendimientos, enfermedades recurrentes y falta de manejo agronómico adecuado. Las bacterias utilizadas, capaces de solubilizar fósforo y potasio, ofrecen un enfoque más respetuoso con el ecosistema y más accesible para comunidades rurales.
Del laboratorio al invernadero: cómo funciona el proceso
Antes de llevar los inoculantes al campo, el equipo realiza ensayos en invernaderos. Allí, se controlan variables como temperatura, humedad, tipo de sustrato y tipo de semilla. El proceso comienza con la preparación de las soluciones bacterianas, que se aplican directamente sobre las semillas o en la zona radicular al momento de la siembra.
Luego, se realiza un seguimiento detallado de variables como altura, número de hojas, vigor de la planta, cantidad de flores, nódulos y resistencia al estrés hídrico. En el caso de las habas, también se han usado micorrizas arbusculares y bacterias solubilizadoras de fósforo.
Los resultados preliminares son alentadores: se ha registrado una mayor tasa de germinación, mejor desarrollo foliar, más producción por planta y hasta un 30% de mejora en el rendimiento, todo ello confirmado por análisis moleculares y pruebas en laboratorio.

Más allá de la ciencia: impacto social y profesional
Este proyecto no se limita a la academia. El CIMBA ha logrado articularse con la Facultad de Agronomía, el Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA) y comunidades campesinas de la sierra limeña. El objetivo no es sólo científico, sino también social, que busca implementar soluciones biotecnológicas que beneficien directamente a los agricultores.
Además, este tipo de experiencias fortalece las competencias de los estudiantes en técnicas de laboratorio, aislamiento y manipulación de microorganismos, diseño experimental y análisis de resultados. Han presentado sus avances en espacios como el Congreso Nacional de Suelos y el Congreso Nacional de Semilleros de Investigación (CONASEIN), dando visibilidad al potencial transformador de la ciencia universitaria.
Una apuesta por el futuro de la agricultura
El proyecto liderado por el CIMBA demuestra que la ciencia aplicada desde las aulas puede tener un impacto real en el territorio. Frente a una agricultura cada vez más afectada por el cambio climático y el deterioro de los suelos, apostar por soluciones basadas en microorganismos no solo representa una alternativa viable, sino también una herramienta clave para revalorar los cultivos tradicionales del Perú.
El tarwi y las habas no solo son alimentos; son patrimonio. Y con el impulso de jóvenes científicos como los del CIMBA, también pueden ser parte del futuro sostenible de nuestra agricultura.
Por: Valia Baldeon y Astrid Cordova