Valorización de los residuos orgánicos
Renacer orgánico. Más del 50% de los residuos sólidos que se generan en los hogares peruanos son orgánicos y podrían convertirse en compost, pero la mayoría termina en rellenos sanitarios junto con residuos no reciclables. Fuente: Ministerio del Ambiente.

Cada mañana, entre el bullicio de los mercados y el murmullo apurado de los comerciantes, los restos de frutas y verduras se amontonan sin rumbo fijo. Algunos terminan en bolsas negras rumbo al relleno sanitario. Otros, con más suerte, llegan a manos municipales que los transforman en abono para parques y jardines. Desde un centro de compostaje en San Juan de Lurigancho, técnicos trabajan en silencio valorizando toneladas de residuos recogidos en los centros de abasto del Cercado de Lima.

Cáscaras, tallos, hojas marchitas, todo parece basura. Sin embargo, para la Gerencia de Servicios a la Ciudad y Gestión Ambiental, ese caos es materia prima. Allí trabaja el ingeniero Michael Quito, supervisor ambiental de la Municipalidad de Lima, quien lidera el proceso con precisión casi artesanal.

“Trabajamos principalmente con dos fuentes: los residuos de los mercados de abasto y los del mantenimiento de áreas verdes. Son toneladas de restos de frutas, verduras, poda de árboles y césped que llegan cada semana”, explica.

Todo empieza con una recolección selectiva: un camión municipal recorre mercados donde previamente se ha sensibilizado a los comerciantes. Solo se recoge de los puestos que generan residuos aprovechables. En paralelo, se trasladan las podas urbanas que alimentarán las pilas de compost.

“Es como armar un sándwich: una capa de material seco, otra de material fresco, y así sucesivamente. Sobre estas pilas se aplica una mezcla de microorganismos benéficos para acelerar la descomposición y neutralizar los olores.”, dice Quito.

Durante dos o tres meses, las pilas respiran. Son volteadas semanalmente, aireadas, hidratadas cuando hace falta. El resultado es un abono rico, oscuro y húmedo, que regresa como fertilizante a los parques y jardines del Cercado de Lima. Un cierre de ciclo que, aunque limitado, demuestra que el compostaje funciona cuando hay planificación.

Los otros generadores de residuos orgánicos

En paralelo, lejos de esta cadena municipal, están los generadores silenciosos: los restaurantes. Tony Quiroz, el dueño un restaurante ubicado en la avenida Emancipación, genera cáscaras de papas, restos de frutas y verduras todos los días. Nunca ha recibido capacitación alguna sobre el tema, por lo que solo cuenta con un acuerdo informal: “Un señor pasa por la tarde y se los lleva para sus animalitos”, comenta Tony con naturalidad.

Pero lo que viene complicando su aplicación en este sector, es la falta de continuidad y visión a largo plazo, lo cual hace que muchos proyectos piloto —como uno que intentó recolectar aceites usados de restaurantes— terminen olvidados o estancados.

“No trabajamos con residuos de viviendas ni restaurantes porque la logística lo complica. Sería ideal, pero hace falta más presupuesto, más espacio y, sobre todo, decisiones de gestión”, admite Quito.

La ingeniera Elizabeth Zotello, de la División de Limpieza Pública, reconoce el valor de estas prácticas, pero apunta a la necesidad de formalizarlas y ampliarlas. Algunos incluso mantienen composteras comunitarias o familiares, aunque el alcance aún es limitado.

“El compostaje puede hacerse también en casa. Desde 2019 damos talleres en plazas y colegios. Enseñamos a los vecinos a compostar con lo que generan a diario”, comenta.

En una ciudad donde se produce más desechos de los que puede procesar, el compostaje se convierte en una alternativa urgente y profundamente necesaria. En cada mercado, en cada cocina, en cada taller vecinal donde alguien aprende a separar su basura, puede empezar a cultivarse un hábito sostenible que la esperanza de un medio ambiente más limpio, más verde y más consciente.

Por: Lesly Malma

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