Era un martes por la tarde en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, una de las universidades más antiguas de Perú. Anderson, un estudiante de Economía, había terminado su última clase y, como de costumbre, se dirigió a su casa. No tenía tareas urgentes, así que, mientras cenaba, su mente ya estaba pensando en lo que vendría: una sesión de Dota 2. Para Anderson, el videojuego era más que un pasatiempo; era una forma de desconectar de las largas horas de estudio y, al mismo tiempo, una pasión que cultivaba con dedicación.
Al llegar a su habitación, Anderson apagó las luces, encendió su PC y se preparó para una partida. El monitor, la silla cómoda y sus audífonos eran los elementos que componían su pequeño santuario digital. En cuanto la pantalla cargó, se encontró con un emparejamiento que lo llevó a jugar con personas de niveles similares. Aunque la mayoría de veces los equipos se formaban al azar, él ya sabía que la clave estaba en la coordinación y la estrategia. El rol que él elegiría, como siempre, sería el de offlaner, lo que significaba que su héroe sería el encargado de enfrentarse a enemigos en solitario en una de las líneas del mapa.
En Dota 2, cada partida comienza con la elección de héroes. Anderson eligió a Beastmaster, un héroe que conocía bien y que se desempeñaba de maravilla en la línea superior, también conocida como top lane. A diferencia de otros roles, el offlaner suele estar en una línea más solitaria, enfrentándose a un equipo contrario más fuerte y sin el apoyo constante de sus compañeros. La idea era sobrevivir, farmear (matar creeps o criaturas neutrales para obtener oro y experiencia) y evitar que el enemigo tome el control de la línea

Los primeros minutos fueron tranquilos, y Anderson aprovechó para farmear. Farmear es el término utilizado en Dota para referirse a la acción de obtener oro y experiencia matando creeps (las criaturas que aparecen automáticamente en el mapa). Cuanto más creeps mata un jugador, más oro obtiene para comprar objetos que mejoran a su héroe. Durante esta fase inicial, Anderson trataba de obtener una ventaja económica sobre su oponente, mientras su compañero de línea (un support o apoyo) se encargaba de protegerlo de cualquier intento de invasión enemiga.
Pero en Dota, como en cualquier estrategia, la calma es solo temporal. A los 15 minutos, el equipo enemigo cometió un error de posicionamiento y Anderson vio la oportunidad de ejecutar una jugada clave: un smoke gank. El smoke of deceit es un objeto que otorga invisibilidad temporal, permitiendo que todo el equipo se desplace sin ser detectado. Anderson, junto con su equipo, se infiltró en la jungla enemiga para sorprender a los rivales. La jugada fue un éxito rotundo: los enemigos fueron atrapados, y el equipo de Anderson consiguió varias eliminaciones que les dieron una ventaja clara en la partida.
Momento difícil
Sin embargo, las cosas no siempre son fáciles en Dota. El equipo enemigo, aunque en desventaja, no se dio por vencido. Reagrupó fuerzas y comenzó a lanzar ataques coordinados para tomar el control del mapa. A esta altura, el mid game estaba en su punto álgido, y cada acción podría ser decisiva. Los jugadores de ambos equipos se movían constantemente, buscando la oportunidad perfecta para desatar una pelea que les asegurara la victoria. En esos momentos, la rotación se volvía crucial. Rotación es cuando un jugador abandona su línea original para ayudar a otros compañeros o intentar sorprender al enemigo en otra parte del mapa.
La última batalla
La partida se acercaba a su clímax. En el último enfrentamiento, Anderson y su equipo ejecutaron una serie de movimientos perfectos. Cada habilidad de sus héroes se utilizó en el momento adecuado, y con una coordinación impecable, lograron destruir la base enemiga, llevándose la victoria. El chat del juego reflejó lo que todos sabían: «GG», la abreviatura de Good Game (Buen Juego), apareció en pantalla, señal de que la partida había terminado. Anderson se reclinó en su silla, agotado pero satisfecho. La victoria no solo era un reflejo de sus habilidades individuales, sino también del trabajo en equipo.
Mientras apagaba la PC y se levantaba para descansar, Anderson pensó en lo que había sido la partida. Para él, Dota 2 no era solo un videojuego. Era una lección constante de estrategia, concentración y trabajo en equipo. Aunque mañana tendría que regresar a la universidad y enfrentarse a los exámenes, sabía que siempre encontraría tiempo para ese rincón digital donde podía ser parte de algo mucho más grande. Y con una sonrisa, se despidió de la pantalla, sabiendo que el juego lo esperaba nuevamente, con nuevas batallas por ganar.
Por: Jennifer Ayquipa