Mientras el fuego se expande, las comunidades enfrentan una crisis humanitaria por la escasez de agua potable y el aire contaminado por cenizas, mientras juntos hacen esfuerzos desesperados en frenar esta terrible tragedia
Cajamarca, ubicado en el norte del Perú, enfrenta una de las peores crisis ambientales de estos últimos años. Un incendio forestal que ha devastado gran parte de la flora y fauna, amenaza con empeorar debido a las condiciones climáticas y la falta de recursos para su control. San Ignacio, uno de los distritos más afectados, es la prueba de las pésimas condiciones para enfrentar la magnitud de este desastre, donde las llamas ya han destruido lo que estaba a su paso, perdiendo así los cultivos, ganado y viviendas.
¿Qué fue lo que inició este desastre?
De acuerdo con los reportes locales, el incendio se originó como resultado de prácticas agrícolas tradicionales, la quema de pastizales y cultivos realizado por agricultores, para renovar la tierra. Sin embargo, este año, las condiciones climáticas, como los fuertes vientos y la intensa radiación solar, permitieron que el fuego se propagara rápidamente. Las zonas rurales, donde estas prácticas son comunes, fueron las primeras en ser arrasadas, dejando a cientos de familias sin recursos.
El fuego expone a una notable escasez a las comunidades locales, que se enfrentan no solo a la destrucción de sus medios de vida, sino también a la pérdida de recursos esenciales como el agua potable. Alexis Medina Castañeda, residente de Cajamarca, vivió de cerca el drama de este desastre natural y nos comparte su testimonio.
«Los agricultores queman sus tierras como parte de su rutina, pero este año el fuego se descontroló», explica Alexis Medin. «Las llamas se extendieron debido al viento, y ahora lo que antes era una práctica habitual ha generado un desastre».
El impacto del incendio no se limita a la pérdida de tierras y cultivos. Las comunidades enfrentan también una crisis humanitaria, la escasez de agua potable es uno de los problemas más graves que enfrentan los pobladores. Alexis relata cómo él y su familia tuvieron que salir a buscar comida en la calle debido a la falta de agua en su hogar. «Había días en los que solo teníamos dos horas de agua al día, y otros días no había nada», comenta.
La falta de agua no es el único problema que afecta a la comunidad, también se enfrentan a múltiples cortes de electricidad. Además, el humo y las cenizas han comenzado a afectar la salud de los residentes, especialmente de los más vulnerables, como niños, ancianos y personas con enfermedades respiratorias preexistentes. La contaminación en el aire provoca el agravio de las condiciones respiratorias de la población en riesgo.
A pesar de los esfuerzos de las autoridades y de los bomberos para controlar el incendio, la respuesta ha sido limitada frente a la magnitud del desastre. Según Medina, los bomberos han logrado contener aproximadamente el 80% del fuego, pero la cantidad de incendios activos y la extensión de los mismos complican las labores de control.
«La respuesta ha sido moderadamente efectiva», admite Alexis. «El esfuerzo es grande, pero las pérdidas son aún mayores. Se han perdido cultivos y animales, y la situación parece que tardará en resolverse completamente«.
Por: Andrea Maldonado
