
Un grupo de estudiantes de la Universidad Nacional Agraria La Molina realizan cultivos de frijol, cacao chuncho, frijol chino, hortalizas, maíz, tomate y papa, con la particularidad de introducir microorganismos para que crezcan de manera saludable y sostenible. El ingeniero agrónomo Héctor Cantaro Segura asume un rol de guía: es el profesor y asesor del círculo de investigación.
¿Cómo surgió la iniciativa de desarrollar estos proyectos dentro del grupo de estudiantes?
Los alumnos de Agronomía trabajan en cultivos en la universidad, ya que, a través de muchos cursos, desarrollan la curiosidad por involucrarse en ellos. Los alumnos, motivados por el enfoque de la agricultura sustentable, son parte de este círculo que trabaja con herramientas que podemos hacer uso en el laboratorio y en campo. Yo los guío como asesor del círculo en las iniciativas que tengan. Trabajamos, le damos forma, y luego estos proyectos de investigación se transforman en algo donde ellos aprenden habilidades, desarrollan conocimientos, aprenden tecnología, y así cada uno trabaja a mayor profundidad en cada tema que les gustaría especializarse.
¿Qué tipo de trabajo realizan los estudiantes con los microorganismos?
Nuestro trabajo se centra en muchos cultivos nativos, en los cuales las leguminosas ocupan un rol muy importante. Buscamos la mejor cepa que permita al frijol depender menos de fertilizantes. Por ejemplo, queremos profundizar en el estudio de cómo la planta del frijol tiene la capacidad de asociarse con ciertas bacterias simbióticas, las cuales establecen un beneficio mutuo, lo que le permite depender menos de fertilizantes a base de nitrógeno. Esta reducción en el uso de fertilizantes también abre la posibilidad de aplicar este conocimiento en otros cultivos. En cuanto al trabajo con microorganismos, nos enfocamos en el aislamiento y análisis de diferentes cepas bacterianas, obtenidas de distintas regiones del país como Lima, Piura, Ucayali, Ayacucho y Huancayo. Se aíslan de distintos campos y zonas para evaluar cuál de todas estas cepas establece una mejor relación con el frijol.
¿Cuál es el objetivo principal de trabajar con las cepas bacterianas?
El objetivo es identificar la cepa más eficiente para desarrollar o mejorar una tecnología, donde los inoculantes, es decir, los microorganismos aplicados para beneficiar el cultivo, sean de fácil acceso para los agricultores. Además, estas bacterias, aparte de su función como biofertilizantes, tienen un alto potencial para el control biológico de enfermedades y plagas, lo cual representa una solución importante frente a otro de los grandes desafíos en la agricultura actual.
¿Cómo se definieron las responsabilidades para desarrollar este trabajo integrado?
El grupo de estudiantes trabaja como un equipo. Esto significa que cuentan con una mesa directiva que toma las decisiones correspondientes respecto a todos los miembros. Su organización interna es orgánica: tienen un presidente, una vicepresidenta, un jefe de investigación, jefes de comunicaciones, entre otros. La asignación de funciones se establece de manera orgánica, basada en áreas definidas. Esto permite una estructura clara que facilita la organización y colaboración entre todos. Además, el grupo mantiene una comunicación constante mediante reuniones periódicas, tanto entre ellos como conmigo, y participan en el desarrollo de cursos, talleres y otras actividades de formación. De esta manera, se logra una integración sólida y efectiva dentro del círculo.
¿Cómo han enfrentado los retos durante la implementación de este proyecto?
A través de la mesa directiva, los miembros y las reuniones constantes, se mantiene una coordinación sólida. Si en algún momento consideran que necesitan un apoyo adicional, lo comunican directamente conmigo. Cuando surgen necesidades técnicas, las abordamos en conjunto. En el laboratorio contamos con varios equipos y estamos en contacto permanente con las empresas proveedoras. Además, organizamos capacitaciones periódicas, desarrollamos protocolos de uso, procedimientos de mantenimiento, calibración y muchas otras actividades que aseguran el buen funcionamiento del laboratorio y el aprendizaje continuo del equipo.
¿Cómo gestionan el financiamiento y los recursos para sus actividades?
En cuanto al financiamiento, articulamos esfuerzos con entidades públicas y otros proyectos de desarrollo e investigación que se ejecutan en distintas regiones del país. Esto nos permite establecer nodos de investigación y conexiones que facilitan tanto el apoyo financiero como el logístico para llevar a cabo nuestros trabajos. Por ejemplo, si faltan herramientas, podemos solicitar más, ya sea mediante la compra o el préstamo a través de otras unidades administrativas, programas de investigación o alianzas con diferentes centros dentro de la universidad. También trabajamos de forma colaborativa con otras facultades y docentes, y yo los apoyo en la creación de estas alianzas y nexos estratégicos.
¿Qué habilidades o conocimientos ha visto desarrollar en los estudiantes durante este proyecto?
Esbozo una sonrisa porque me da satisfacción. Como docente e investigador, la pasión que me mueve es ver cómo, con cada uno de los chicos, desarrollamos su potencial. Como asesor del círculo, siempre promuevo un enfoque que no los limite a una tarea específica ya que implemento un diálogo abierto y una relación de confianza desde el inicio.
Cada uno llega con una inquietud y además provienen de diferentes regiones del país, lo que enriquece muchísimo el trabajo. Nosotros trabajamos en laboratorio, en campo y en invernadero. Este último nos permite condiciones más controladas, lo cual es ideal para experimentar y aprender con mayor precisión. Mi visión es que los estudiantes se preparen para una vida profesional amplia y desafiante. Quiero que estén listos para enfrentar cualquier reto que se les presente en el futuro, con la confianza de que han desarrollado tanto sus capacidades técnicas como personales a lo largo de este proceso.
Por: Astrid Cordova