Un trazo que salta cordilleras. Ruta proyectada del tren bioceánico que conectará el Atlántico brasileño con el puerto de Chancay, en el Pacífico peruano, con conexión directa al mercado chino.
El megaproyecto ferroviario que conectará el Atlántico brasileño con el Pacífico peruano ya está en marcha en planos, tratados y expectativas. Aunque aún no hay rieles, el trazado proyectado redefine los flujos comerciales de un continente que por décadas miró más al norte que hacia sus vecinos.
Un tren que aún no circula ya mueve la geopolítica. El Corredor Ferroviario Bioceánico —una línea de más de 3.700 kilómetros que atravesará Brasil, Bolivia y Perú— apunta a convertirse en la ruta comercial terrestre más estratégica entre Asia y Sudamérica. Su destino final: el puerto de Chancay, hoy transformado en obra clave para la conexión directa con China.
Desde hace décadas, exportar productos brasileños hacia Asia ha significado rodear todo el cono sur o cruzar el Canal de Panamá. El nuevo corredor busca romper ese cuello de botella: saldría desde el puerto de Santos (Brasil), ingresaría al Perú y culminaría en el puerto de Chancay.
La ruta no solo será más corta: será más rápida, más barata y con menor impacto ambiental. Según estimaciones oficiales, el tren bioceánico podría reducir en más del 30% el tiempo de exportación entre Sudamérica y Asia. Además, movilizaría cerca de 10 millones de toneladas al año entre granos, hierro, soya, maquinaria y carga industrial.
“El proyecto cambia el mapa logístico. Hoy Brasil depende del Atlántico, pero con esta vía, puede mirar al Pacífico. Y Perú deja de ser final de ruta para convertirse en punto clave de paso”, explica Carlos Mendoza Gamarra, economista y profesor de la Universidad del Pacífico.
El destino final del tren será el puerto de Chancay, ubicado en la provincia de Huaral, a 77 km del norte de Lima. Actualmente en construcción, este megaproyecto portuario es operado por la empresa china COSCO Shipping y la peruana Volcan Compañía Minera. Se espera que esté operativo en 2024 y funcione como un hub de intercambio comercial directo con Asia.
“El puerto de Chancay no es una obra aislada. Es la puerta de salida. El tren y el puerto forman parte del mismo modelo, conectar Sudamérica con China sin intermediarios”, añade Mendoza. Según el especialista, el corredor no solo permitirá exportar, sino también importar tecnología, insumos y maquinaria de forma más eficiente y descentralizada.
La obra involucra directamente a tres países: Brasil, Bolivia y Perú, pero el impacto sería regional. Según informes del BID y CAF, el Corredor Bioceánico dinamizaría el comercio intrarregional y permitiría mayor integración entre economías periféricas. Zonas como Cusco, Apurímac, Puno o Arequipa podrían conectarse a la red mediante ramales, generando empleo y atracción de inversiones.
Además, abriría posibilidades para el turismo, el transporte de pasajeros y el desarrollo logístico de nuevas ciudades intermedias. Se estima que durante la etapa de construcción se generarían más de 60 mil empleos directos e indirectos en la región.
“Esto no es solo infraestructura. Es una oportunidad para pensar el país desde el continente. Por décadas todo se ha diseñado desde Lima hacia afuera. Este proyecto exige pensar en red”, subraya Mendoza.
Como toda megaobra, el corredor no está libre de sombras. Existen riesgos de sobrecostos, corrupción en licitaciones, problemas ambientales y demoras por falta de coordinación entre los países. Además, se necesitará infraestructura complementaria (carreteras, aduanas, almacenamiento, conectividad digital) para que el tren no se convierta en una vía subutilizada.
El financiamiento también es una incógnita. Aunque se han realizado estudios de preinversión y hay interés de consorcios chinos y brasileños, la inversión final podría superar los 15 mil millones de dólares, y no está claro qué tramos se construirán primero ni quién los operará.
“Hay que evitar que este proyecto se convierta en una promesa que recorre mapas pero no terrenos. Si se hace bien, puede transformar la región. Si no, será solo otra obra que nunca termina de empezar”, advierte el economista.
Por ahora, el corredor avanza en planos y mesas de negociación. Pero ya despierta el interés de empresarios, exportadores y gobiernos. No es solo un tren: es un símbolo de lo que Sudamérica puede ser cuando conecta mejor, y cuando deja de pensar que la distancia es destino.
Si se concreta, el tren bioceánico partirá tres países, dos océanos y un continente. Pero sobre todo, partirá el modelo actual de mirar solo hacia adentro. Esta vez, el camino apunta al otro lado del mundo.
Por: Angel Chicasaca