Importancia del periodismo ambiental
Invisibilidad. Durante dos décadas, el Tratado de Alta Mar fue debatido lejos del radar de la prensa y la opinión pública. Fuente: Astrid Cordova

Como periodista ambiental, Xilena Pinedo ha cubierto temas complejos como el Tratado de Alta Mar, un acuerdo internacional que busca regular el uso y la conservación de los recursos en zonas del océano más allá de las 200 millas náuticas, que no pertenecen a ningún país. Desde su experiencia, informar implica traducir un lenguaje técnico, enfrentar la falta de cobertura en los medios y combatir la desinformación. En su trabajo, ella destaca la importancia de incluir diversas voces, desde gremios hasta comunidades locales, y ejercer un periodismo que fiscalice las acciones del Estado en materia ambiental.

¿Qué desafíos enfrentó al cubrir el Tratado de Alta Mar desde el periodismo ambiental?

Si bien el periodismo ambiental es un rubro que ha crecido muchísimo en los últimos años, creo que el tema en sí del Tratado de Alta Mar y lo vinculado a los océanos todavía está muy poco cubierto. Los desafíos son muchos y muy variados. Por un lado, pensando en la publicación o en la visibilidad del tema, está el reto de convencer e informar a los medios, tanto en Perú como en otros países de Latinoamérica, sobre su importancia. Incluso antes de cubrir el evento, ya era fundamental hacerles entender por qué valía la pena cubrirlo y publicar sobre él. Considero que ese es un primer desafío general del periodismo, pero que en este caso parte desde el periodismo ambiental: lograr que los propios medios reconozcan la relevancia de estos temas. No se trata solo de dirigirse al público, sino primero de sensibilizar a las redacciones.

¿Qué aspectos técnicos y contextuales investigó para informar adecuadamente sobre el tratado?

Sobre estos aspectos, es necesario capacitarse a fondo, involucrarse en el tema y comprender su funcionamiento. No se trata únicamente de entender de qué se trata, sino de identificar a los actores involucrados y conocer los mecanismos del proceso. Además, aunque este año el tema tuvo bastante cobertura, en realidad se viene discutiendo desde hace más de 20 años en espacios muy distintos a los habituales para la prensa. Por eso, parte del trabajo periodístico consistió en ponerse al día con todo lo que se ha debatido en ese tiempo y entender cómo este acuerdo se conecta con otros instrumentos ya existentes. Una vez comprendido el contexto, otro desafío importante fue establecer el vínculo entre lo internacional, que caracteriza al tratado, y la dimensión local: cómo se recibe o se aborda el tema en el país. En ese sentido, el periodismo ambiental enfrenta retos tanto en el ámbito interno de los medios como en el plano profesional, ya que requiere una constante preparación para poder tratar estos temas con profundidad y responsabilidad.

¿Considera que hubo desinformación o interpretaciones erróneas sobre los acuerdos del tratado?

Sí, creo que hubo bastante desinformación. Si pensamos en el origen de esa desinformación, a veces se debe simplemente a la falta de conocimiento sobre el tema, porque no es algo que se discuta con frecuencia. Pero en otras ocasiones, hay una intención clara de generar confusión o distorsionar la información. En este caso, considero que ocurrieron ambas cosas: por un lado, hubo personas o grupos que difundieron información errónea de manera deliberada, y por otro, al no haber un público previamente informado, fue muy fácil que esa desinformación se aceptara y se compartiera sin cuestionamientos.

¿De qué manera cree que esa desinformación afectó el trabajo del periodismo ambiental durante la cobertura?

Considero que sí tuvo un impacto importante. Por ejemplo, creo que esa desinformación afectó la participación y la visibilidad del país en el debate internacional. Justo el primer día de la Conferencia de los Océanos, cuando debía enfocarse la atención en el rol de Perú, la polémica interna desvió completamente la conversación. En lugar de discutir si Perú iba a ratificar el tratado, qué pasos seguirían o cuántas firmas faltaban, el trabajo periodístico se centró en explicar qué era el tratado en sí. Eso representó una barrera para el periodismo ambiental, porque impidió seguir el ritmo de las conversaciones globales que ya estaban bastante avanzadas. En mi caso particular, aunque las personas con las que hablaba en el entorno ambiental ya conocían bien el tema, sentían la necesidad de pedir una explicación básica del tratado, justamente por toda la confusión que se había generado en Perú.

¿Cómo abordó el equilibrio entre las voces oficiales, científicas y empresariales?

Yo suelo mapear todos los actores que podrían estar involucrados. Esto está muy relacionado con el enfoque que he seguido en el periodismo de investigación, por lo que para mí es fundamental integrar todas las voces posibles. En este caso fue especialmente pertinente, porque al tratarse de un evento específico, tenía la oportunidad de tener a todas esas voces reunidas en un mismo espacio. Eso facilitó no solo recoger diferentes versiones, sino también intercambiar impresiones y aclarar dudas, incluso sobre temas como la desinformación, más allá del formato clásico de entrevista. Mi enfoque consistió en identificar a todos los actores involucrados: los gremios que sacaron el comunicado, también gremios de pescadores que no forman parte de esa industria, y el Estado. Aunque suele ser complicado conseguir alguna declaración oficial, al menos hacer el intento era importante. También estaban las fuentes expertas, científicas y técnicas que participaron en el evento.

¿Qué estrategias emplea para hacer más accesibles estos temas ambientales internacionales para la población?

Una de las estrategias más importantes es contar con fuentes especializadas y confiables. Aunque los documentos y conversaciones sobre el tratado son públicos y cualquiera puede revisarlos, entenderlos es otra cosa. Por eso, para mí es clave estar en contacto con las fuentes: contar con una fuente documental, una fuente primaria, y también con personas que me ayuden a comprender el tema y luego encontrar una forma de hacerlo más accesible para el público general. En temas de ciencia, el lenguaje suele ser muy complejo, tanto en los eventos como en los documentos. Uno de los desafíos más grandes es encontrar la palabra adecuada y la manera de explicarlo con claridad. Desde el lado científico o técnico, muchas veces se insiste en que se usen los términos tal como están, porque si no “no se entiende”. Ahí entra el trabajo del periodista: lograr que los especialistas comprendan que la publicación será más simple, sin perder precisión.

¿Qué rol cree que cumplen los nuevos formatos digitales en la difusión del periodismo ambiental?

Cuando empecé en el periodismo científico y ambiental, escribía principalmente notas largas, sobre todo en Ojo Público, donde había espacio para explicar conceptos complejos. Pero desde hace un par de años, también uso redes sociales como una plataforma para difundir estos temas. A veces resulta más difícil, porque hay que comunicar en menos tiempo y con más precisión, pero es una estrategia que estamos explorando cada vez más para llegar a un público más amplio. Me parece importante, porque permite que estos temas circulen más allá del público habitual que lee medios especializados, y así llegan a más personas, especialmente jóvenes.

¿Cómo evalúa el papel del periodismo ambiental como una herramienta de fiscalización para que se cumplan este tipo de tratados?

El rol del periodismo ambiental es fundamental, sobre todo porque las instituciones del Estado encargadas de fiscalizar muchas veces son débiles, ya sea por falta de recursos, personal o capacitación, e incluso por conflictos de interés. Ahí el papel de los periodistas ambientales es clave para dar seguimiento a estos temas, estar al tanto de lo que se hace y también de lo que se deja de hacer en relación con el tratado o con cualquier otro acuerdo internacional. En este caso, si bien la firma fue algo importante, necesario y esperado, también es clave dejar en claro que es apenas un primer paso, y que no asegura que el país forme parte del tratado en sí. Actualmente, se puede decir que la responsabilidad o el poder de decisión ha pasado a otro poder del Estado: el Congreso. Entonces, así como antes el foco estuvo en el Ejecutivo, ahora corresponde que el Congreso se comprometa con ese tratado. Después de la ratificación también hay un rol importante: seguir cómo será la participación del Perú en las conversaciones que se llevarán a cabo el próximo año. Antes de eso, es necesario ver quiénes participarán, además del Perú, y cuáles son sus posiciones o expectativas.

¿Qué considera que se necesita para fortalecer el periodismo ambiental en los próximos años?

Un aspecto importante es incorporar más las voces locales. Darles espacio en los contenidos periodísticos, no sólo como un recurso narrativo para describir el contexto o hacerlo más visual, sino reconociendo que esas voces tienen conocimiento, experiencia y, sobre todo, el derecho a participar en las decisiones sobre sus territorios. Otro reto importante es que cada vez hay más temas ambientales por cubrir, y por eso sería ideal que hubiera más periodistas interesados en hacerlo. Lo que pasa mucho en el periodismo ambiental en Perú y en América Latina es que, al final, siempre terminan siendo las mismas diez personas cubriendo todo. En parte porque hay pocas oportunidades laborales en este campo, pero también porque a veces cuesta encontrar periodistas jóvenes interesados en especializarse en esto. Por eso es importante promover más formación en periodismo ambiental y abrir espacio a nuevas voces que puedan continuar con este trabajo.

Por: Astrid Cordova

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