Los santos del shitpost. El altar mayor de los memes también tiene su mitología, y los dibujitos ya ocuparon sus lugares.
Hay cuentas con nombres como “Pablito backyardigans” o “Bob el constructor” que pueden mover más usuarios que muchos candidatos. No son trolls aislados: son dibujitos. Y en el Perú, eso puede significar desde un sticker viral hasta un boicot organizado.
Usan voz de ardilla, lenguaje absurdo y fotos de Piolín. Pero detrás, hay adultos con carreras, trabajos y acceso a información. Lo que los mueve no es una consigna: es la necesidad de ‘bajar pepita‘.
¿Qué es un dibujito?
Un dibujito no es solo un avatar infantil. Es un usuario que actúa en redes desde una identidad caricaturesca, como estrategia de camuflaje y resistencia.
Su origen se remonta al entorno de Dota 2, pero su lógica se ha expandido a todas las plataformas: Facebook, Discord, Twitch, TikTok. Detrás de nombres tiernos o absurdos, operan adultos que entienden perfectamente cómo circular, intervenir y, a veces, desestabilizar.
Los “dibujitos” no están organizados, pero actúan como enjambre. No tienen manifiestos ni jerarquía, pero sí códigos compartidos. Hablan de “bajar la pepita” —una forma de liberar energía, frustración o descontento a través del humor, el shitposting o el troleo.
Identidad disfrazada, poder liberado
Lo más inquietante no es lo que hacen, sino desde dónde lo hacen. Como plantea Sherry Turkle en La vida en la pantalla, internet permite disociar el “yo real” del “yo virtual”, liberando identidades alternativas que en la vida cotidiana no podrían expresarse. El dibujito es, en esencia, una máscara que habilita.
El filósofo Slavoj Žižek sostiene que lo simbólico y virtual puede ser más real que la realidad física, porque revela tensiones reprimidas. Así, un profesional o estudiante puede convertirse, detrás de una cuenta de Pablo, en agente de burla, crítica o sabotaje.
“El uso de un avatar infantil no los infantiliza. Los fortalece”, explica la socióloga Camila Briceño, especialista en cultura digital. “Es una elección estética que funciona como defensa y ataque. No quieren que los tomen en serio, pero logran que todo tiemble cuando actúan en masa.”
Casos que no son broma
Aunque muchos los minimizan como trolls con tiempo libre, los dibujitos han demostrado tener herramientas reales de injerencia digital. En 2022, protagonizaron una guerra de troleos con la conductora Magaly Medina, a quien atacaron en redes con edits, audios alterados y fake news que pusieron en aprietos a su producción.
Cuando el caos manda. Ni los famosos ni las empresas están a salvo cuando la pepa está por estallar.
También han intervenido plataformas comerciales. Usuarios de la Beba Army han hackeado sistemas de Claro para enviar mensajes masivos o alterar datos de usuarios. La situación llegó a tal punto que varios foros cerraron el acceso a sus sistemas tras detectar ingresos anónimos masivos.
Más grave aún: al contar con integrantes con acceso a bases de datos públicas, los dibujitos han logrado registrar como fallecidos a ciudadanos vivos en RENIEC, o cambiar el local de votación de personas aleatorias a zonas inaccesibles de la selva. También han añadido nombres falsos a la lista de los más buscados de la Policía Nacional, con el único propósito de demostrar que pueden hacerlo.
El humor como forma de intervención
“La diferencia con otros movimientos es que no buscan poder”, comenta Briceño. “Tampoco quieren propuestas. Su fuerza está en romper símbolos, ridiculizar solemnidades, reventar el control. Y por eso el sistema no los puede atrapar: no tienen vocero, no tienen estructura, no tienen miedo.”
Sus herramientas no son documentos ni arengas: son filtros, stickers, ediciones de voz y GIFs de 144p. No escriben columnas, pero logran cambiar el sentido de una palabra (“aéa”) o arruinar una transmisión con 3.000 comentarios. En una época donde la indignación está desgastada, ellos eligen la risa como disrupción.
¿Deberíamos preocuparnos?
Los dibujitos no quieren gobernar. Pero incomodan. Y eso basta. Si algo demuestra este fenómeno es que la política formal ha perdido su capacidad de representar a los sectores conectados, pero desconectados del poder. En ese vacío, los dibujitos juegan, editan, irrumpen.
“No buscan destruir el sistema, pero sí burlarse de él hasta romperlo por dentro”, dice Briceño. “Y lo hacen con íconos dulces, lenguaje tonto y timing quirúrgico.”
El Estado no sabe qué hacer con ellos. Los medios no saben cómo nombrarlos. Los analistas no los entienden. Pero ellos no necesitan reconocimiento. Solo conexión.
El Perú no será gobernado por dibujitos. Pero tampoco por quienes siguen creyendo que internet es solo entretenimiento.
Recuadro especial | Entrevista a un ‘dibujito’
Uno de los miembros activos del ecosistema dibujito accedió a responder una breve entrevista bajo su avatar: Pablo de los Backyardigans. Su identidad no será revelada —ni siquiera a nivel textual— para mantener la lógica que sustenta al fenómeno: la ilusión del anonimato como forma de acción colectiva.
En lugar de una foto personal, nos envió una imagen intervenida de su personaje: Pablo vestido de detective, como una forma de afirmar que en este mundo no importa quién habla, sino cómo lo hace.
Detective de lo absurdo. Pablo observa el sistema desde la neblina: no para entenderlo, sino para burlarse mejor de él.
El universo dibujito: su estructura descentralizada, su lenguaje interno, su necesidad de “bajar pepita” como vía de desahogo simbólico, su mirada crítica sobre la política y los medios, y la capacidad real que tienen algunos miembros para acceder a información sensible o manipular sistemas públicos.
¿Quiénes son los dibujitos?
Gente como tú y como yo. Algunos con chamba, otros en la universidad. Hay diseñadores, data entry, profes, enfermeros, ingenieros. La diferencia es que usamos la risa como válvula. Entramos, posteamos, troleamos, y bajamos pepita.
¿Qué significa “bajar pepita”?
Es como soltar lo acumulado. Uno ve corrupción, políticos cínicos, influencers huecos… Y en vez de hacer un comunicado, haces un sticker. Y ya. Te ríes. Te burlas. Lo bajas. Es desahogo, es acto simbólico.
¿Por qué usan imágenes infantiles?
Porque eso desarma. Un Pablo o un Piolín no es amenaza. Pero por eso mismo impacta. Nadie sospecha del que parece tonto. Ahí está el truco. Esa es la pepa.
¿Hay líderes?
No. Solo pulso. Alguien lanza algo y todos entran. Nadie dirige, pero todos entienden. A veces parece caos. Pero hay orden invisible.
¿Cómo acceden a información que no debería estar disponible para cualquiera?
No todos, pero sí varios trabajan o han trabajado en sectores donde hay acceso a sistemas. Otros conocen gente. Y también se comparte todo en canales cerrados. Es parte del ecosistema: saber buscar, saber entrar. El poder no siempre está en la calle; a veces está en saber en qué base de datos buscar.
¿Es solo chiste o también hay fondo?
El chiste es la entrada. Pero sí, hay rabia, hay crítica, hay ganas de joder al sistema. Porque cuando todo es falso, la risa es lo más real que queda.
Por: Nikolai Menacho