Tras la peor catástrofe natural en un siglo en Valencia, las autoridades y vecinos trabajan para rescatar a los desaparecidos y atender a los damnificados, en medio de una crisis política y un panorama de desolación.
El 29 de octubre de 2024, Valencia fue escenario de una de las peores catástrofes naturales de su historia reciente debido a la DANA (depresión aislada en niveles altos), que provocó lluvias torrenciales e inundaciones devastadoras. Este fenómeno meteorológico dejó un saldo de más de 200 muertos, cerca de 100 desaparecidos y unos 950,000 damnificados. En tan solo ocho horas, algunas zonas recibieron la precipitación equivalente a un año que causó desbordamientos de ríos, daños masivos en infraestructuras y el aislamiento de poblaciones enteras.
Además de la crisis humanitaria, la DANA dio lugar a una crisis política, ya que los ciudadanos cuestionan la respuesta y gestión del gobierno frente a esta tragedia. Mientras los equipos de rescate y la comunidad local trabajan incansablemente para recuperar cuerpos y ofrecer ayuda a los afectados, surgen preguntas sobre la preparación y prevención ante eventos climáticos de esta magnitud.
Expertos en cambio climático señalan que fenómenos extremos como el ocurrido en Valencia son cada vez más frecuentes e intensos debido al calentamiento global. Según Celeste Saulo, secretaria general de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), el aumento de las temperaturas globales intensifica el ciclo hidrológico, provoca patrones de lluvias más erráticos y extremos, lo que se traduce en riesgos mayores para las zonas vulnerables. En el Mediterráneo, donde la DANA es común, las temperaturas cálidas y la evaporación marina crean condiciones propicias para lluvias intensas que agravan las consecuencias del fenómeno.
Entre el barro y la angustia
El paso de la DANA dejó una estela de devastación, con más de 200 muertos y numerosos desaparecidos. Marina Calvay, residente de Barcelona, se encontraba de visita en la ciudad durante el desastre y vivió de primera mano la magnitud de la tragedia.
Uno de los aspectos más impactantes para Marina fue la rapidez con la que la situación se descontroló. “El pánico se apoderó de las personas. Muchos intentaban escapar, otros buscaban refugio. Era un caos total”, relata. La angustia no solo provenía de las intensas lluvias, sino de la imposibilidad de saber si los seres queridos estaban bien. “Afortunadamente, pude contactar con mi familia después de algunas horas de preocupación. Las redes estaban colapsadas y la comunicación era casi imposible”, explica.
Sobre la respuesta de las autoridades, Marina opina que los esfuerzos fueron valiosos, pero insuficientes debido a la magnitud del desastre. “La ayuda llegó, pero la situación era tan crítica que no fue suficiente para atender todas las zonas afectadas a tiempo. La inundación fue tan grande que los trabajos de rescate se complicaron”, comenta. A pesar de las dificultades, destaca el papel de los voluntarios y la solidaridad de la comunidad, quienes contribuyeron a la limpieza y apoyo en las labores de rescate.
Por: Milagros Calvay